La Mina de Barrenas y la conducción de aguas de Aspe a Elche (1785-1789)
La secular escasez de agua dulce que ha padecido Elche a lo largo de su historia, unida al crecimiento poblacional experimentado por la ciudad durante el siglo XVIII, hizo inaplazable a finales de esa centuria la búsqueda urgente de agua para satisfacer las necesidades de consumo de la población. Después de numerosos proyectos y estudios de los diferentes nacimientos existentes a lo largo de los cauces de los ríos Tarafa y Vinalopó, el Ayuntamiento de Elche eligió finalmente en 1782 como lugar idóneo para la canalización de sus aguas un manantial sobre el margen izquierdo del Tarafa, perteneciente al aspense Cayetano Castelló de Cremades, alias Barrenas.
Tras su compra en 1785 por algo más de 22 libras dieron comienzo inmediatamente las obras, que fueron auspiciadas por el obispo de Orihuela José Tormo y proyectadas y dirigidas por los arquitectos Miguel Francia y el aspense José Gonzálvez de Coniedo.
El afloramiento de las aguas fue mejorado mediante la excavación de una galería central abovedada y transitable en la que desembocan tres túneles transversales que conducen, todavía hoy, el agua surgida de diferentes veneros. La mina está revestida de un enlucido a base de mortero de cal, existiendo tramos forrados de ladrillo que se refuerzan con arcos fajones de medio punto apoyados sobre pilares de piedra.
A partir de aquí, el agua era canalizada por una cañería de barro cocido y vidriado que discurría soterrada (o sobre arcadas en las zonas más accidentadas) en dirección a Elche. Finalmente, las aguas llegaron a la fuente de la plaza del Convento de la Merced el 29 de septiembre de 1789. El coste total de la canalización superó los 900.000 reales de vellón.
Autor del texto: Felipe Mejías López