El Paraje integra impresionantes elementos históricos, como el Castillo del Río (siglo XII) o el Puente de Los Cinco Ojos (siglo XVIII), con un curioso paisaje natural, donde destaca el rojo de unas arcillas totalmente socavadas por la lluvia.
Es un espacio protegido de unas 507 hectáreas que ocupa el sector más oriental del término municipal de Aspe, en torno al río Vinalopó, lindando con Elche y Monforte del Cid. Este enclave atesora interesantes elementos naturales, históricos y culturales que hacen obligada su conservación.
Este entorno destaca desde el punto de vista litológico, ya que presenta una gran variedad de materiales diferentes, entre los que destacan las arcillas, margas y yesos que se extienden en la zona central del paraje. Estos materiales sometidos a las condiciones climáticas de la zona, principalmente a las lluvias torrenciales, determinan un paisaje totalmente socavado donde predominan las ramblas y barrancos.
Los montes y lomas presentan un matorral de aspecto desértico conocido como espinar, con arbustos como el lentisco (Pistacia lentiscus), espino negro (Rhamnus lycioides) o romero (Rosmarinus officinalis), junto con esparto (Stipa tenacissima) y otras herbáceas. Este paisaje está salpicado de pequeñas parcelas con cultivos de secano abandonados, que aún mantienen ejemplares de olivo (Olea europaea) o algarrobo (Ceratonia siliqua). Las cotas más bajas, por donde discurren el río Vinalopó y sus barrancos asociados, presentan vegetación diferenciada por la presencia de humedad y sales. Aquí predomina el carrizo (Phragmites australis) y el taray (Tamarix spp.), aunque crecen otras en función del lugar como la adelfa (Nerium oleander) en vaguadas o la sosa alacranera (Sarcocornia fruticosa) y juncos (Juncus sp.) en saladares. Los yesos de otros enclaves limitan la colonización vegetal y favorecen el desarrollo de tomillares gipsícolas, específicamente adaptados a estos suelos.
La presencia de agua permite el desarrollo del ciclo de vida de anfibios como la rana común (Pelophylax perezi) o el sapo corredor (Epidalea calamita), e incluso reptiles como la culebra viperina (Natrix maura) con gran afinidad por las zonas húmedas. Este segundo grupo tiene otros representantes, de considerable tamaño, en zonas más elevadas y en antiguos campos de cultivo, entre ellos la culebra bastarda (Malpolon monspessulanus) o la culebra de escalera (Rhinechis scalaris). Las aves presentes destacan por su variedad; rapaces como el ratonero común (Buteo buteo), campean sobre el monte en busca de roedores. Aunque otras, de menor tamaño, pasan más desapercibidas; entre ellas el carbonero común (Parus major) que aprovecha las áreas arboladas. El pito real (Picus viridis), eficaz pájaro carpintero, es especialista en horadar los gruesos troncos de viejos árboles de secano para anidar. Las masas de agua sustentan a curiosas aves acuáticas, entre ellas las más habituales son la gallineta común (Gallinula chloropus) y cigüeñuela común (Himantopus himantopus). Los mamíferos son otro grupo de interés, difíciles de observar directamente por ser huidizos y de hábitos nocturnos, su presencia se constata mediante excrementos, huellas o rastros, como es el caso del zorro (Vulpes vulpes) o el jabalí (Sus scrofa).
Así, alberga múltiples elementos históricos, culturales y etnológicos de inestimable valor. La Prehistoria tiene buena representación en la zona; ejemplos destacables son el Alto de Los Madriles con restos del Paleolítico o el yacimiento perteneciente a la Edad de Bronce de la sierra del Tabayá. El Castillo del Río es uno de los elementos históricos más llamativos, asentado sobre una atalaya donde también han sido identificados restos tardorromanos, consiste en un poblado fortificado de origen árabe (siglo XII). Otras construcciones extendidas en el paraje son las relacionadas con el agua. La conducción de aguas de Aspe a Elche (1789) destaca por su longitud y monumentalidad de alguno de sus acueductos como el Puente de los Cuatro y Cinco Ojos. También destacan otras infraestructuras hídricas; las rafas, entre ellas la de El Sequión junto al Castillo del Río, los molinos harineros movidos por el agua, como el del Coquero o el de Caraseta. Este último transformado en Fabrica de la Luz (1895) para la obtención de electricidad a partir de la energía hidráulica.